martes, 23 de febrero de 2010

Memorias de Moribia: Morir con las botas puestas

Todavía no puedo mover el brazo, puedo ver un hueso... Todo es confuso, no logro hacer foco... ¿Quién está ahí?¡¿ Quién habla?!


Otra vez encadenado y con un golpe en la cabeza. Otra vez ese maldito olor a putrefacción, a azufre. No puedo incorporarme, estoy encadenado al suelo, desarmado y mi brazo izquierdo parece quebrado.


¡Maldita sea! estoy varado hasta la próxima luna, no tengo idea de cuándo será pero a juzgar por la intensidad del sol deben faltar por lo menos setenta horas y ni hablar de que moriré de hambre antes de poder siquiera pensar en salir de aquí.


Debo pensar rápido, no puedo controlar mi cuerpo después de semejante golpiza y mucho menos romper una cadena sin más que mis manos.


No puedo levantarme tengo el brazo izquierdo roto y encadenado, estiro mi mano derecha y puedo sentir una vara con la textura de un cartón seco y viejo, de ninguna manera serviría para romper haciendo palanca, alguien sufrió peor suerte que yo, esto es un brazo y ahí está el resto del cadáver. Por supuesto no tenía más que sus pantalones y su ridículo sombrero de Cowboy... y yo creía que tenía un problema.


La cabeza me da vueltas. Siempre que me duele detrás de la oreja es por que recibí un culatazo. ¿Por qué no matarme? Debe ser que soy odioso. Tampoco recuerdo en qué momento me rompieron el brazo... un momento... se llevaron todas mis cosas ¡Me dieron por muerto! Quien sea que me desmayó lo hizo para hacerme pasar por muerto... ¡Solara! Me rompió el brazo para que pueda sacarme la cadena. Otra vez andan sueltos los asesinos silentes y Xeth mintió, una vez más, sobre su muerte...

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