martes, 29 de junio de 2010

Memorias de Moribia: Morir con las botas puestas III

Por Mike Bassoid

Frente a él se hallaban los ancestrales monstruos que ya había imaginado. Malditos disonaurios, ¿a qué están jugando ?- dijo entre dientes.

¡Magmastein, somos como tú! – murmuró le la bestia al oído con una voz que encerraba cientos de almas humanas en su fétido aliento.

No había peores disonaurios que los que alguna vez habían sido humanos. Recordar el escape de aquel húmedo y sucio laboratorio, traía a Magmastein de vuelta al último recuerdo que tenía.

Mientras se producía un silencio tan mortal como incómodo, otro monstruo le olfateaba  la muñeca.

No tengo muchas ganas de discutir, pero no lucen muy parecidos a mí -  Masculló mientras tomaba el deforme hocico de la bestia que olfateaba ruidosamente los rastros de sangre de su brazo.

¡Traemos un mensaje! - acercó su rostro hasta casi pegarlo al de Magmastein.

El quiere hablarte – acariciándole las costillas con sus agudas garras, comenzó a cortar la piel de Magmastein, provocándole un dolor insoportable.

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